martes, 26 de febrero de 2008

Y ni siquiera estoy bautizada

Ahora, a la distancia, puedo tomármelo con humor, pero lo que fue el broche de oro de una semana de mierda, me dejó un buen tiempo cual católica culposa autoflaglándome con un Yo Pecador.
Todo empezó con una gotita de pérdida del termotanque, que fue haciéndose chorrito. El diagnóstico más esperado era “está pinchado, vas a tener que comprar uno nuevo”.
Al día siguiente fue el lavarropas, que cuando se quedó trabado el tambor, hizo saltar el disyuntor. Al regresar la luz, se marchó la conexión a internet (algo en el puertos/modem se destartaló). Un escenario que complicaba el panorama de trabajo de Gabi, agravado porque a mí se me ocurrió pegarme una bacteria y andaba con cagadera y fiebre sin poder hacerme cargo de la criatura. Tres días me duró la fiebre sin que bajara ni un poquito, y cuatro los que hubiera deseado usar pañales para adultos.

El último día de enfermedad fui a la clínica y, por error administrativo, me saltearon de la lista; cuando me di cuenta de que la sala de espera se renovaba y yo seguía ahí, la doctora ya se estaba yendo y el laboratorio estaba cerrado para pedir que pasen los resultados. Recuerdo que volvía en el taxi, y el chofer venía escuchando algo de Ricardo Montaner y cantaba (si, igual que en la publicidad). Yo, que estoica me había bancado bien todas estas desgracias, me puse a llorar porque tener que escuchar a Montaner era too much, o eso debía ser la depresión post-parto.

Otras menudencias siguieron adornando la semana, como que se salió un zócalo, yo perdí todos los vouchers de viaje de mis papás, y sarasasarasa.

Y el domingo la desgracia no descansó.
Almorzando con amigas, en un intento por integrar a Juan a la mesa, agarré el huevito confiada en que la manija estaba trabada (pero no), y se dio vuelta. Juan cayó de cara al piso.
“por mi culpa…
por mi culpa…
por mi gran culpa…”

jueves, 14 de febrero de 2008

sin palabras

Para la Negra y Marian: "el" sobri
Para la abuela Norma: pochochito
Para Nati: “goldo”
Para Maico: el aprendiz de fútbol
Para la abuela Raquel: Juani
Para la psicoabuela Rosa: un sol
Para el abuelo Sergio: futura dupla de pesca
Para los tíos Lupe y Ari: el futuro músico (por no decir Hippie)
Para Gabi y Efe: “¿Quién Soy?”
Para la tía Noe: el varón
Para Santi: el que “porta bien”
Para Euge y Sami: el tercer oruguito
Para las mamás de los trilli: el 4° para el voley playero
Para los trilli: el que no es hermano
Para Gabo: es hermoso
Para las melli: el primo “es tan lindo”
Para Mili y Diego: “papaíto”
Para el gallego: “enhorabuena!”
Para Agus: es un pancho

Tanta variedad y nosotras no hallamos palabras que definan todo esto que nos pasa.